La educación y la cocina tienen una relación interesante en cuanto a sus resultados: tanto un buen profesor como un buen cocinero saben mezclar los ingredientes adecuados en la proporción justa para lograr el resultado deseado. El gran secreto está en la elección de los ingredientes correctos.
Rodríguez (2013) sostiene que, en toda receta educativa, hay dos ingredientes que no pueden faltar: vocación y profesionalidad. Estos dos elementos deben estar siempre bien equilibrados. Demasiada vocación y poca formación pueden dejar al alumno "demasiado dulce", mientras que poca vocación y mucha formación pueden dejarlo "demasiado vacío". Además, esta receta debe aderezarse con un buen puñado de entusiasmo, un ingrediente esencial para no desfallecer en la tarea de crear los mejores "platos educativos". El entusiasmo es como la sal en la educación: imprescindible para darle sabor y consistencia.
Es fundamental saber qué "plato" conviene preparar para cada ocasión. A veces, será un plato cargado de tecnologías de la información y la comunicación (TIC), otras veces, una receta rica en valores, o incluso una fuente llena de historias fantásticas. Sin embargo, siempre debe ser un plato cuyo propósito sea claro: educar a nuestros alumnos.
Por otro lado, la pedagogía Montessori utiliza la cocina y otras actividades de la vida cotidiana, basándose en el concepto de la "mente absorbente" del niño. Este concepto se refiere a la capacidad de los niños menores de seis años para aprender del mundo de manera natural y sin esfuerzo. “En este periodo, los cambios en el niño ocurren de manera rápida y aprender no supone un esfuerzo adicional, ya que lo hace de manera natural, utilizando sus sentidos para explorar el entorno y convirtiendo sus experiencias en aprendizajes significativos”, explica Patricia Pérez, guía Montessori y autora de Cocinando en familia con Montessori (Vergara, 2021). En el arte de educar y promover el aprendizaje, es fundamental emplear dos ingredientes esenciales y complementarios. Debemos educar a nuestros hijos en un entorno afectuoso y cálido, lleno de cariño incondicional. Sin embargo, también es crucial establecer normas de convivencia y límites en su comportamiento, para que aprendan cómo actuar en sociedad. La interacción, el afecto y la comunicación son imprescindibles en la educación de los hijos. Estos elementos deben construirse sobre la base del cariño y el apoyo incondicional, ya que son esenciales para que el niño crezca como una persona segura, confiada y capaz de querer y cuidar a los demás. Es importante que el ambiente en casa o en la escuela sea cálido, afectuoso y cordial, y que se exprese abiertamente la empatía, el cariño y la comunicación afectiva.
Finalmente, como buen profesor o educador es indispensable y categórico fomentar la creatividad en los estudiantes desde pequeños brindando acceso a espacios abiertos y en contacto con la naturaleza, donde puedan explorar libremente y desarrollar su imaginación en entornos amplios y diversos teniendo presente los ingredientes mencionados.
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