Algunos autores sostienen que estamos en presencia de una “nueva matriz cultural” (Barbero, 2005; Balaguer, 2010), caracterizada por una (hiper) (multi) estimulación sensorial y una creciente presencia de las imágenes como lenguaje, las cuales aportan una mayor dinámica a las comunicaciones y una realidad emergente a la cual los libros han debido incorporar a sus páginas a través de más fotografías, colores y nuevos diseño de lectura.

Esta expansión tecnológica tensiona el proceso socializador que tiene entre sus finalidades el sistema educativo y es esta “revolución electrónica” (Postman, 1990:12), la que provoca la tercera crisis de la escuela (la primera se puede situar en el siglo V aC en Grecia, con el pasaje de la oralidad a la escritura, a partir del alfabeto que permitió asignar sin ambigüedades un signo a cada sonido y la segunda es provocada por la aparición de la imprenta en el siglo XVI, según Ferrés, (2000).

La aparición de nuevas redes sociales a través de la computadora va dando lugar a nuevas subjetividades, a vínculos muy diferentes a los que se mantenían entre las personas hace dos o tres décadas atrás. Los niños y jóvenes participan activamente de esas redes las cuales son consideradas de “uso exclusivo”, dando cuenta de una territorialidad propia y alejada del mundo adulto, ya sea de su familia o de los docentes. El hecho de ser un “nativo” en esta sociedad de la comunicación, de la imagen y del sonido, les asegura territorios propios (espacios y tiempos) que les permite construir esa imagen pública y virtual que desean de sí, compartir la misma con otros que la aceptan sin cuestionamientos, como también les permite buscar y explorar nuevas relaciones con otros que no conocen desde esa construcción virtual. Asociado a estos aspectos, los docentes encuentran en las aulas a alumnos que, de alguna manera, parecen presentar diferencias importantes en la forma de aprender y comportarse frente al conocimiento, con respecto a cómo ellos fueron formados. En primer lugar, una de las quejas más frecuentes es la falta de lectura y para una “mente tipográfica” (Postman, 1995) como la que suele encontrarse en los docentes, este aspecto marca una considerable diferencia generacional. Siguiendo a Ferres (op. Cit), la lectura está asociada al pensamiento continuo, lineal analítico, secuencial, reflexivo e implica ir más allá del significante. Para leer es necesaria una actitud mental activa, de penetración en el texto que permita dar sentido a un conjunto ordenado de signos abstractos. Hay que extraer significados complejos y hacer operaciones mentales gramaticales, sintácticas y sintéticas. En tanto las imágenes se asocian a un pensamiento discontinuo, global, en paralelo, sintético, intuitivo. Ver imágenes es dejarse penetrar por los significantes y requieren de una actitud mental receptiva, de apertura, de contemplación y reconocimiento.

En este contexto y con el desarrollo logrado por las TIC, es posible pensar en atender, en primer lugar, una educación masiva de los propios docentes (en servicio) y de los futuros, para que elaboren nuevos enfoques metodológicos y nuevas herramientas didácticas. Es decir, elaborar nuevos modelos pedagógicos con capacidad para generar oportunidades de motivación y aprendizaje en los alumnos que hoy llegan a las aulas.

Finalmente, pensar en el desarrollo de los procesos productivos requiere poner la mirada en una educación de calidad, en tanto el concepto de calidad se coloque en la promoción de las personas como protagonistas de la actividad y el cambio, lo que a su vez supone una superación autocrítica al papel de los educadores en los desafíos que presenta la enseñanza (Sosa Santillán, 2010). Siguiendo a Aguerrondo (1993), se deben articular las características del conocimiento que la sociedad demanda (eje epistemológico) con las características del sujeto de enseñanza y el sujeto de aprendizaje (eje pedagógico) conjuntamente con las características del vínculo entre ambos sujetos (eje organizativo-administrativo). La gestión del conocimiento, tanto como la innovación tecnológica, constituye un elemento fundamental en el mejoramiento de la educación a una población de nativos digitales que quiere que se les enseñe, pero no entienden los códigos de captación, interiorización y transferencia del conocimiento generado.

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