No hay espectáculo más hermoso que la mirada de un niño que lee.(Günther Grass)
Oír o leer sin reflexionar es una ocupación inútil. (Confucio)
Una cosa es la lectura, otra el gusto por la lectura. Una cosa es enseñar a leer, otra hacerlo sostenible. Una cosa es preocuparnos por el reducidísimo nivel de comprensión lectora que muestran nuestros niños y adolescentes, otra sumamente distinta es meterles a los chicos los libros por las narices. La otra vez leía con atención un artículo – me gustaría recordar de quien, pero era excelente – sobre el “hábito” de leer, que lo que básicamente hacía era separarlo y diferenciarlo de la enseñanza y aprendizaje del leer. Esto me parece especialmente valioso a la luz de lo que ocurrió hace poco en Palacio de Gobierno al respecto. Me llama la atención – ya es un leit-motiv cuya mención debe aburrir a mis lectores – que los medios de comunicación consideren más importante la sangre y las tripas que cotidianamente nos muestran en pantalla, y no le hayan dado su merecido espacio al manifiesto por la lectura que los niños del Perú lograron sacar apoyados por la Primera Dama de la Nación. Pero es que como es Nadine quien lo hace, hay que esconderlo, suponemos que piensan, no le vaya a dar por ser Cristina.
Dejemos aparte bilis, sangre y tripas, y leamos este refrescante
MANIFIESTO POR LA LECTURA
Queridos adultos:
Sabemos que ustedes nos quieren mucho y que están preocupados por cuánto leemos. Hoy, que se recuerda la muerte del gran Ricardo Palma, quisiéramos decirles algo. Por favor, escúchennos con atención.
No basta que nos repitan una y otra vez que la “lectura es maravillosa” y que ella “garantizará nuestro éxito en el futuro”. No basta que nos obliguen a leer libros poco atractivos, sin colores, de letra chica y que luego nos pregunten por el “mensaje implícito”, “los personajes” y cosas como esas.
Ustedes nos repiten a cada rato que “leer nos hace libres”. Nosotros los niños y las niñas queremos que la lectura nos haga libres de verdad y que ésa deje de ser solo una frase bonita.
Queremos ser libres de leer lo que nos gusta. Que no nos impongan las lecturas que ustedes deciden.
Queremos que leer sea un derecho que podamos ejercer cuando deseamos y donde deseamos: en calles, plazas, paraderos, losas deportivas y en nuestros hogares.
Queremos una lectura alegre con imágenes y muchos colores. Sabemos que ustedes están muy ocupados.
Siempre los vemos resolviendo problemas y con poco tiempo para leer. Por eso, los niños y las niñas les proponemos algo. Al menos un día al año, seamos todos libres. Libres de leer lo que querramos. Libres para que puedan leer con nosotros y divertirnos juntos. Así sabrán qué nos gusta leer y cómo preferimos hacerlo.
Les proponemos que el próximo 10 de noviembre, día de la Biblioteca Escolar, todos losparques del Perú se conviertan en lugares para la lectura libre de niños y adultos libres. Que sea el día de la lectura familiar: compartida, viva y divertida.
Que cada 10 de noviembre se recuerde en cada hogar, en cada escuela, en cada distrito del Perú, el derecho del niño a leer lo que le gusta.
Sin lectura no hay educación, sin educación no hay futuro.
¡VIVA LA LECTURA!”
Saquemos algunas conclusiones y relacionemos con algunos hechos:
Uno: Qué leer
Obligar a leer a los chicos no es gracia. La cultura de los libros ha cambiado, debido a Internet, y debemos añadir el esfuerzo concienzudo por estupidizar a la gente que se ha producido durante tantos años en nuestro país. También los paradigmas educativos han cambiado, y ya no se trata de memorizar lo leído. Recordemos un hecho simplísimo: A leer se aprende leyendo, y por ello el primer problema de todos es qué les damos a leer a nuestros niños.
Vale la pena una anécdota personal para formularse el problema: De chico yo era un ratón de biblioteca. Eso se lo debo a mi padre, que me puso al alcance los libros, claro está, en un contexto memorista, y puesto que este humilde servidor estaba dotado de una memoria eidética, podía repetir lo leído con puntos y comas. Tenía a mis viejos y mis profes encantados. Eso hasta que a alguien se le ocurrió meterme en uno de esos concursos por plata que implicaban una erudición increíble sobre un tema determinado. El mío era Astronomía, que había aprendido básicamente de tres fuentes: La observación directa del cielo, el empleo de un telescopio y por último la lectura de un par de libros, llenos de figuras, y especialmente de la ubicación de las estrellas por hemisferios. La desgracia llegó cuando me impusieron la lectura de un libro bastante técnico, y que había que “estudiar”. Y ahí se me acabó la jarana. Yo sabía de Astronomía porque me divertía como el proverbial cerdo mirando las benditas estrellas, pero el libro en cuestión era un texto universitario que mis familiares insistían que me lo paporreteara, y vaya, la primera parte, que era histórica, funcionó bastante bien, pero el Diagrama de Hertzprüng-Russell y otros tecnicismos bien alejados de mis posibilidades me dieron, digámoslo así, miedo. Perdón, la palabra no describe: Me aterrorizó. Mejor ni recordar el intermedio. Pero ese libro aún lo tengo y jamás lo he leído entero, aunque lo he chequeado muchas veces buscando data para mis clases de geografía astronómica. Menos mal había tanta gente detrás del premio en metálico que nunca llegué al bendito concurso.
Moraleja: los chicos no leen por plata o porque les vaya a dar plata en un hipotético futuro, leen porque se divierten como cerdos leyendo, y cuando dejan de jaranearse, pues dejan de leer y hacen otra cosa que sí les jaranee. Conclusión: Los chicos tienen que leer lo que a ellos les dé la real gana. Aunque, claro está, si uno es inteligente, los ha acostumbrado a ciertas cosas, porque papis, mamis y maestros no están pegados en la pared de adorno, y si tienen medio dedo de criterio buscarán libros con muchas figuras de colores, diagramas y fotografías impactantes y adecuadas. Yo no veo ninguna razón por la que no contarles a los chicos el cuento del universo, porque el problema del tema no es el tema, sino cómo se presenta y qué verdadera dificultad de comprensión presenta. Hay que ser hoy en día muy bestia para darle a un chico de cuatro años un Texto universitario. Por otra parte, un cuento que empiece con “Había una vez…” bien puede seguir con “… hace quince mil millones de años, un puntito que hizo Bang, y de ahí salió tooodo el Universo”. Y funciona, me consta que lo hace.
Dos: Cómo leer
Decíamos que los paradigmas educativos han cambiado fuertemente y eso quiere decir que ya no se lee con los mismos objetivos que antes. Lo que se busca hoy con leer no es ya memorizar, que si queremos un texto exacto lo bajamos de Internet, y ya. Se trata, en primer lugar, de “entender” lo que se lee; y en segundo, de “hacer algo” con lo leído, no solamente repetirlo mecánicamente. La manera de leer ha cambiado, y la competencia de la imagen frente a la palabra impresa se ha resuelto a favor de la imagen. Y ello no es tan malo, si combinamos todo de modo bacán. El manifiesto de Nadine Heredia y los chicos casi es una convocatoria contra el estrés, un reclamo para que nosotros los adultos no nos pongamos tan tensos con este tema del aprender, porque no dominaremos la mecánica de fluidos a los siete años, ni menos sirve de algo repetir a lo bruto los 25 departamentos o los 52 valles de la costa peruana. Muchísimo más importante es que los chicos se diviertan.
Seguramente aquí chocaré con las ideas más vetustas y recalcitrantemente inertes sobre el aprendizaje. Y dado que los adultos necesitan que se les explique, pues les explicaremos un poco a la bandolera: Resulta que el centro cerebral básico del aprendizaje anda bastante cerca del sistema límbico, bastante profundamente inserto en el neo córtex, lo que probablemente prueba lo necesario que fue el aprendizaje para nuestra supervivencia como especie. Pero resulta que el sistema límbico también es el asiento cerebral del vacilón, el juego y la diversión. Bueno eso quiere decir que cuando te jaraneas, lo haces con el sistema límbico; y cuando aprendes, también. Cuando somos chibolos, tenemos el soporte neural creciendo a todo meter, y eso es porque la sabia madre natura determinó que la mayor parte del aprendizaje que un ser humano necesita lo adquiera de chibolo, y eso, papis y mamis, incluye la muy compleja habilidad cultural de la lectura, que es básicamente el desciframiento y comprensión de los símbolos escritos del lenguaje. Pero si pensamos tres segundos, para leer primero tienes que haber aprendido el lenguaje, y esa habilidad, que es más compleja que el diablo, los niños la adquieren espontáneamente. ¿Qué, nadie se los enseña? Pues naranjas, nadie se los enseña. ¿Y cómo se comen eso? Pues básicamente haciendo lo que todos los chicos desde el Hombre de Cromañón han venido haciendo: Jugar, vacilarse y divertirse como cerdos con las palabras, las frases y los textos. Entonces, papis, mamis y profes, si queremos que nuestros chicos aprendan a leer y entiendan lo que leen, hagamos del leer el juego y vacilón que realmente es. Y no olvidemos que esos chiflados bajitos aprenden por imitación, así que si quieres que hable bien, empieza por hablar bien tú; y si quieres que lea, pues empieza por leer tú; y ocúpate que te escuche hablar bien y te chequee leyendo.
Además, y esto es importantísimo, hay una larguísima tradición oral detrás de la palabra escrita, y esta cultura oral jamás se ha perdido. Los cuentos para niños no se leen, se cuentan, y eso quiere decir que se pueden y se deben cambiar, que es lo que pasa con la tradición oral desde Gilgamesh, Pachacútec y Homero. Yo no tengo problema en contarles a los niños que Caperucita estaba muy distraída porque estaba pegada al iPod. Por cierto, la lectura en voz alta era una práctica en los tiempos en que no todo el mundo sabía leer, y de buena tinta sabemos que Cervantes era tan conocido por los que sabían leer como por los que no, gracias a que en ventas y posadas habían gentes que leían El Quijote en voz alta, y montones de cabreros y otros proletarios escuchando. En la España de hoy se fomenta la lectura en voz alta de las obras cervantinas, así tan complejas como son para los hispanohablantes de hoy. En Cuba hay la tradición en las tabacaleras de leer en voz alta ciertas obras de la literatura universal, y eso explica que haya habanos de marca “Romeo y Julieta”. Parece mejor que escuchar las radionovelas de Corín Tellado, no porque sean malas como literatura, sino porque hay más y mejor literatura. Trabajaba este humilde servidor para el Ministerio de Educación cuando tuvo que corregir un texto - dirigido a niños - que era un verdadero desastre y necesitaba rehacerse, y tuve la suerte de contar con la recopilación de cuentos quechuas de José María Arguedas. Para qué me invento un cuento si tengo a Arguedas. Y podríamos multiplicar los ejemplos. No basta con decir que hay que leer, además hay que leer en voz alta, y los chicos deben leer en voz alta. Lo que por cierto es divertidísimo.
Tres: Qué hacer con la lectura
Les pedimos a nuestros chicos que hagan tontería y media con la lectura. Que me perdonen mis muchos amigos profes de literatura, algunos de ellos extraordinariamente talentosos, pero no todo el mundo va a ser de grande crítico literario. He escuchado a jóvenes talentosos e inteligentes manifestar odio por García Márquez o Isabel Allende. Me pregunto cómo se puede odiar Cien Años de Soledad. Pero pasa, y pasa porque nos olvidamos para qué se lee. Es decir nos olvidamos qué hacemos con la lectura. Un amigo mío, buen escritor y eximio lector, me lo dijo una vez: La primera lectura no es para analizar nada, es para disfrutar. Analizarás después, primero lee, capta, métete en el mundo del escritor. Esto es válido para la literatura en sus versiones de narrativa, teatro, poesía e incluso ensayo y periodismo.
Además no es literatura todo lo que reluce. Me sorprende que dentro de la emergencia educativa de comprensión lectora no se haya captado el hecho simplísimo que una de las áreas donde más se lee, y donde más se debe leer, es en Ciencias Sociales. Y a Ciencias Sociales se les quitaron horas para dárselas a Comunicación. A veces me pregunto donde tendrán la cabeza los planificadores educativos. Por otra parte, los profesores más exitosos de Ciencias Sociales son los que te cuentan mejor la historia de la vaina, y mira como nos encontramos de nuevo con la oralidad. Y si a lo que dices le metes figuritas, gráficos, videos, fotos y diagramas, mejor todavía. Ahí, si la hicimos bien, los introdujimos al tema y los podemos mandar a leer. Uno de mis grandes éxitos enseñando Historia fue pasarles a los chicos la filmación de la explosión de la primera bomba atómica, que está en la Internet y bien fácil se encuentra. Luego pregunto: ¿Qué le haría esto a una ciudad? Y una vez bien conversado el tema, los mando a leer alguno de los textos clásicos sobre los efectos de la Bomba de Hiroshima. Para decirlo de un solo queco: Los chicos tienen que saber qué van a hacer con lo que leen. Hay operaciones intelectuales necesarias para la comprensión de un tema, pero nada se comprenderá si no estoy primero interesado en el tema. Motivación, que le llaman. Probemos al revés, demos primero el texto, y enfrentaremos el fracaso o la desubicación. Un chico conozco que le dieron sin anestesia – ah, el famoso plan lector – a que leyera una buena narración del tremendo drama de la muerte del explorador Scott y sus compañeros en la conquista del Polo Sur, y de seguro diré que ni fu ni fa, y todos los grandes aprendizajes que se pueden extraer de esta historia se quedaron como un magnífico deseo sin resolución.
Colofón
La verdad, se me hace difícil entender por qué el trabajo y el estudio tienen que ser entendidas e instiladas a los chicos como actividades penosas que nos quitan el espacio del ocio, donde no hacemos nada más que dedicarnos a recepcionar la sangre y las tripas que los medios nos endilgan, sobre todo cuando hay tanta y tan magnífica producción televisiva útil que puede impulsar hacia la lectura. El próximo 10 de noviembre pienso sacar a mis chicos al parque, a contar cuentos, y de paso me llevaré mi librito para jaranearme. Porque si la lectura no es diversión – diversión en el verdadero sentido etimológico del término - no es nada. Y, por cierto, bueno sería incorporar a todos los contadores de cuentos del Perú, que los tenemos muchos y muy buenos, para que salgan a contar historias, y además jalarse a todos aquellos dotados por Natura y Salamanca de habilidad para leer en voz alta. Que haya espacio para todos. Cómo me gustaría ver en todos los parques de las ciudades de mi país miles de niños, adultos y ancianos jaraneándose con historias y libros. Nos vemos en el Parque, muchachos de todas las edades.
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