. Obviamente, existe una relación de causa efecto entre los procesos y los resultados. De modo que lo que se hace en la escuela y en el aula es determinante en los resultados, a saber, en el rendimiento estudiantil, en el aprendizaje de los alumnos. Numerosos estudios indican que el factor más importante es el docente. La práctica docente, lo que cada docente hace para enseñar a sus alumnos es lo más importante para que los alumnos aprendan y el rendimiento mejore. El estudio más reciente de PISA 2009, lo dice claramente: El techo de la calidad de la educación en cada escuela es la calidad del trabajo de los docentes. (PISA es el Programa Internacional para la Evaluación de los Estudiantes, que consiste en una prueba de competencias en Lengua Matemática y Ciencias que se aplica a alumnos de 15 años de edad, cada 3 años en más de 70 países). Esta aparente “verdad de Perogrullo” no es tan consensual entre los propios docentes. En todas las ocasiones en las que nos hemos encontrado, en diversos eventos formales con docentes y directores, al preguntárseles: ¿de qué depende el aprendizaje y el rendimiento de sus alumnos? La mayoría responde que son factores extraescolares los que más influyen en el rendimiento. Los resultados de una investigación, que CICE realizó en conjunto con la UCAB en 2000, muestran que 79% de los docentes, atribuyen el rendimiento de sus propios alumnos a factores externos a la escuela y sólo 9% a su propia acción pedagógica. ¿Están completamente errados los docentes en su tan unánime apreciación? Pues la respuesta es sí y no. Sí están errados porque, en estudios sobre la eficacia escolar se demuestra que cuando la escuela funciona y está organizada de manera eficaz, logra mejores y muy satisfactorios resultados de aprendizaje observados en pruebas diversas de rendimiento en áreas básicas como Lengua y Matemática. En estos estudios se demuestra que la escuela sí puede y sí es determinante. No obstante, también es cierto que cuando la escuela no funciona adecuadamente, son los factores externos los que más influyen en los resultados, es decir en el rendimiento de sus alumnos. Por ejemplo, en muchos colegios privados de gran prestigio, los que obtienen los mejores resultados son generalmente los alumnos cuyas familias les dedican mucho tiempo, en el horario extra escolar, a acompañarlos, haciendo tareas, revisando los cuadernos, estudiando las materias, etc. En esos mismos colegios, los alumnos cuyas familias, por diversas razones, no pueden apoyar en sus estudios a sus hijos, estos, generalmente, obtienen peores calificaciones. Por supuesto que también influyen diferencias individuales, que explican buenos resultados en alumnos con escaso apoyo familiar, buenos resultados que se deben seguramente a mayor esfuerzo y actitud en esos niños y/o jóvenes. Pero se trata de excepciones. Los hechos muestran que, en diversas pruebas latinoamericanas y aplicadas en Venezuela, incluyendo PISA a nivel internacional y el SINEA (Sistema Nacional de Evaluación de los Aprendizajes) en nuestro país, los alumnos de los colegios privados obtienen mejores logros que los de las escuelas oficiales. Esto, sin duda, se debe a que el promedio educativo y el nivel socio-económico de las madres de los alumnos de colegios privados, se convierte en un apoyo fundamental y hasta determinante para el aprendizaje de los alumnos y sus resultados escolares. Tanto el nivel educativo como el nivel socio-económico de las madres de colegios privados constituyen un apoyo inigualable. El nivel educativo permite que la madre le enseñe al niño, le explique individualmente contenidos que se dieron en clase pero que no fueron suficientemente trabajados como para una asimilación efectiva por parte del niño. Este es pues un apoyo individual directo de parte de la madre. Y el nivel socio-económico, permite que, en caso de que la madre trabaje y no disponga tanto tiempo para el apoyo individual directo, pueda contratar clases particulares u otro tipo de apoyo indirecto. Dijimos que esos apoyos familiares son “inigualables” porque es justamente ese apoyo, o su ausencia, el que genera desigualdades. La mayoría de las madres de los alumnos que asisten a escuelas oficiales no disponen ni del nivel educativo ni del nivel socio-económico suficiente como para apoyar a sus hijos en sus tareas y en sus estudios en horario extraescolar. Los alumnos con apoyo familiar aprenden más y mejor que los de las escuelas que no cuentan con ese apoyo. De modo que, si bien puede haber mejor calidad en los procesos educativos que se observan en algunos colegios privados, no se puede afirmar que sean estos procesos los que explican el mejor nivel de rendimiento de sus alumnos. Lo que explica ese mejor nivel es la desigualdad en el apoyo familiar. Y la escuela, la educación y el sistema educativo en general no están para reproducir las desigualdades sociales. Están para igualar las oportunidades, independientemente del origen de las familias. La educación, la escuela está para que los alumnos, independientemente de su estrato social, tengan las mismas oportunidades. Que las diferencias no se deban al tipo de escuela a la que puedan asistir, sino a diferencias individuales de talentos y personalidades de los alumnos, al esfuerzo y a la constancia y no a la calidad del servicio educativo. De modo que podemos afirmar que uno de los objetivos fundamentales del sistema educativo y de la misión de la escuela es la igualdad de oportunidades. Y ese objetivo no se está cumpliendo en Venezuela por la desigualdad en la calidad de la educación que se imparte.
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