Mientras algunos discursos de la pedagogía crítica en las voces de Freire y Mclaren tratan de esclarecer, cuáles son los nexos que atan las distintas formas de poder hegemónico que subyacen del arraigado e incuestionable conocimiento “eurocéntrico”, para reflexionar, trascender y romper dichas concepciones anquilosadas que se ven representadas cotidianamente en la reproducción mecánica de conocimientos y de textos para el quehacer pedagógico de muchos docentes, diferentes son las practicas que al interior de ésta sociedad latinoamericana se vienen presentando, en principio por las mismas formas legislativas que nos cobijan y en lo subsiguiente por las posturas que de allí se generan.

 

Con lo anterior, se hace referencia particular, a todas las ideas y acciones que desde el imaginario de otras culturas, se plantean como ciertas y correctas, sobre las directrices que deberían seguir las escuelas de los estigmatizados países tercermundistas, para ir tras la búsqueda del “desarrollo”, ya que como lo plantea Wallerstein citado por Lander (2000), es prevalente la existencia de una “denominada geo-cultura ….al componente imaginario hegemónico del mundo moderno que se universaliza a partir de la revolución francesa”, al hablar de la forma en que una sociedad hegemónica impone sus creencias, conceptos y cosmovisión, por encima de otras sociedades o culturas. En otras palabras, apoyado en las reflexiones que establece Lander (2000) en su texto “La colonialidad del saber”, es que se puede afirmar que las transformaciones político-educativas que se han establecido a nivel mundial, no corresponden a la reflexión que genera la construcción particular de cada cultura y sociedad, sino que estas se han originado mayoritariamente por imposiciones eurocéntricas circundantes.

 

Ahora, si bien es cierto que los países latinoamericanos sufren de cerca la tendencia reproduccionista de modelos ajenos por imposición o amaño, desde hace algunas décadas, el eco de otras formas críticas de pensamiento han arribado en la búsqueda de soluciones ante dicho reproduccionismo, citando como ejemplos en materia educativa, los aportes que sobre este tema produjeran autores latinoamericanos como Freire.

 

No se puede desestimar el avance que representan otras visiones de autores como el anteriormente citado, pero, pese al crecimiento del número de personas con conciencia crítica frente a la educación y de la diseminación de este tipo de movimientos como formas ideales de cultura, han sido pocos los avances que en la praxis se hubieran registrado.

 

La práctica educativa en América latina, apenas comienza por su divagar por la descolonización del conocimiento, sin embargo, dentro de las aulas de clase, predominan las formas tradicionales de transmisión de la información; aprendizajes memorísticos, planas de escritura, uso de ejemplos obsoletos ante realidades cambiantes, evaluaciones cuantitativas y el uso de modelos conductistas, son sólo algunos ejemplos de ellos, por lo que cabría preguntar, sí es posible trascender a otras formas de formación y construcción crítica de la realidad latinoamericana, con las mismas herramientas hegemónicas que nos han legado e impuesto a lo largo de la historia?.

 

La respuesta, a lo mejor sería obvia para los simpatizantes de movimientos sociales como el Feminismo de Varela y Wollstonecraft -en Feminismo para principiantes-(2005), que pretenden darle la vuelta a las otras formas de denominación y de conocer, pero para responder a este interrogante hay que ir a los elementos mismos que configuran las prácticas pedagógicas como tal y al pensamiento crítico y sus aportes a la pedagogía. Es necesario recabar sobre el significado de lo que es la escuela, lo que significa ser maestro y de lo que significa ser alumno, comunidad, cultura y descifrar en esencia a qué y quién se refiere cuando se habla de latino América.

 

En este mismo apartado, es útil definir cuáles son las características que le corresponde desarrollar a los centros de capacitación de estos mismos docentes y lo más importantes tal vez, el objetivo hacia donde se está buscando perfilar la educación del siglo veinte uno.

 

El trabajo de las facultades de educación, no es distinto al de la sociedad y la cultura en general, al querer construir un modelo y planteamientos descentrados de las realidades homogenizadoras y homogenizadas, se entra en la tarea de la desmitificación del otro y de los otros u otras, con el afán de entenderlos y entenderlas.

 

Por tanto la mirada transformadora no será una, o una única visión de mundo posible, sino que en lo sucesivo, debe recogerse como un conjunto de miradas y de transformaciones dinámicas, una mirada por dentro de lo que se es, lo que se piensa y lo que se hace en función de los cambios, si es que a ellos hubiese lugar.

 

Una mirada transformadora en la que no se ha dado nada por hecho o donde no se sabe todo lo que se pretende saber de algo o alguien.

 

En consecuencia, la mejor herramienta de la que no debe o puede carecer una sociedad o cultura o docente alguno, es la capacidad de percibir la realidad educativa del medio sociocultural tal cual se presenta, captar sin prejuicios hegemónicos, cada uno de los factores que intervienen, de modo directo o indirecto en la transformación positiva del medio que cohabita, así como la posibilidad de analizar con su propio criterio sobre la pertinencia o no de su praxis.

 

De igual manera, la formación docente debe responder a la realidad educativa de las nuevas generaciones y de los retos que ello trae consigo, de modo que este ejercicio se constituya en una alternativa de intervención-transformación de formas de pensamiento anquilosadas y la evaluación y reelaboración de estrategias adecuadas de cambio.

 

El reto para los docentes del siglo veintiuno es comprender las diversas formas autoritarias de conocimiento prevalentes en nuestras políticas y prácticas educativas, reflexionar sobre las que requieren ser revisadas y generar a partir de allí, movilidad educativa y cultural en sus estudiantes y en los entornos en los que se mueven, de manera que nos permita pensar en una Latinoamérica diferente y autónoma, con características ricamente diferenciadoras de las demás culturas y abiertos a la diversidad étnica, lingüística, religiosa y identitaria que propone nuevos retos a los sistemas educativos. Además, se tiene que promover tanto social como individualmente, capacidades criticas y reflexivas de esta realidad y de cómo mirarnos, sin hacer uso del velo colonial que replica en cada espacio educativo y los vicios de miradas, que a la poste, son ajenas para los países que se encuentran en desigualdad con otros del eje económico central de Europa o Norte América.

 

Oscar Darío Asprilla Mosquera.

 

Publicado en:

http://etniverso.blogspot.com/

 

 

Referentes:

 

  • La colonialidad del saber: eurocentrismo y ciencias sociales. Perspectivas latinoamericanas, CLACSO-UNESCO, Buenos Aires, 2000, pp. 74-75

 

  • Feminismo para principiantes, Barcelona 2005, Ediciones B., Capitulo 1, Pág. 17-21.

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