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Villemard, 1910 (BNF) |
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Justin Sarmiento y Rihanna Cabrerizo van juntos al instituto. Ambos lucen en su muñeca el
último modelo de movileno y en un bolso de bandolera llevan el
Q-A-Drno de clase. Justin anda con ojo de no golpear su bolso contra la pared; hace unas semanas, tuvo una bronca enorme en casa por haber roto el
Q-A-Drno en un descuido, algo que había supuesto a sus padres la asistencia obligada a un curso de educación familiar (una hora de diez a once de la noche durante un mes). Rihanna va repasando fórmulas matemáticas y partituras musicales mientras revisa los módulos que debe completar ese día; la multitarea es ya una costumbre para ella, criada en la era de la hipercomunicación. En su historia de la música portátil zapea unas canciones de la otra Rihanna, aquella cantante de la que su madre era admiradora poco antes de nacer ella.
Justin y Rihanna llegan al ágora del instituto. No hay vallas sino una enorme plaza abierta con diversos edificios bajos alrededor. Los códigos de colores de los edificios coinciden con los planes de estudio cargados en sus
Q-A-Drnos y que pueden consultar directamente desde el
movileno, de modo que saben en cada momento a qué sitio han de acudir y qué objetivos cumplir ese día. Aunque tienen la misma edad, los niveles de ambos son distintos y sus tareas también son diferentes. El diseño curricular está centralizado en un sistema de gestión didáctica -
Sensatus- que supervisa los objetivos y competencias alcanzados por los estudiantes de manera autónoma. En realidad, todo parece un inmenso videojuego en el que el alumnado
va completando tareas y superando niveles .
Los docentes-tutores tienen asignadas tareas de supervisión sobre diez estudiantes. El sistema avisa de los logros y de los tiempos muertos del alumnado y el tutor tiene comunicación directa con las familias a través de videoconferencia inmediata. La falta de respuesta ante una incidencia genera un aviso a la inspección que propone un 'expediente de asistencia familiar', que desemboca en cursos de educación familiar o sanciones administrativas.
En cada edificio, diversos profesores especialistas ayudan a los estudiantes a completar sus tareas. Ninguna tarea se deja a medias, aunque existe la posibilidad de diversificar el planteamiento de la misma a partir de adaptaciones curriculares. Por supuesto, aquellos que completan pronto y bien las tareas son bonificados con aprendizajes extraordinarios. El premio siempre es aprender más, no dejar de hacerlo.
Al final de la jornada, el sistema Sensatus remite a tutores, especialistas, familias y alumnado, un informe del avance de cada estudiante. Los informes sirven para generar aprendizajes cada vez más significativos, puliendo los posibles errores del sistema. Como en cualquier sistema de control informático, no están permitidas variables fuera de rango, como el absentismo o la acedia, que generan automáticamente 'expedientes de asistencia familiar'. Por contra, todo el alumnado tiene derecho a tiempos de descanso suficientes a lo largo de la jornada, siempre y cuando se compensen adecuadamente con el esfuerzo que se le exige.
Justin y Rihanna no vuelven juntos a sus casas. Justin ha completado un módulo de argumentación lógica y ha cumplido el mínimo diario, así que tiene activas sus extraescolares. Rihanna ha preferido quedarse un par de horas más experimentando con la cirugía virtual, ya que quiere estudiar Medicina.
Sensatus, mientras tanto, procesa los informes y configura los parámetros con los que han de redactarse las próximas leyes educativas. Estas leyes automatizadas, al mantenerse lejos del alcance de los políticos, se adaptarán a las realidades del presente y a las necesidades del futuro.
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