Un buen "condumio" para hacer los chorizos y morcillas de la matanza
necesitaba las mejores cebollas y esas las cultivaba la Tia Felisa.
¿qué les echaría esta mujer para que fuesen tan grandes y lustrosas?.Su
huerta se encontraba en la parte alta del valle de Caballar, en el que
se regaba "al peso del agua por las caceras". Se llenaban las represas
con el agua manada de las fuentes y manantiales y por orden en la
situación de las pequeñas huertas se procedía al riego durante la
noche. Pero la Tia Felisa siempre llegaba la primera y robaba el primer
"broncho" de agua que por algún efecto divino le procuraba las mejores
cebollas de matanza de toda la comarca.Aquella práctica llegó a ser
para ella tan rutinaria y absorbente, que sus convecinos estaban casi
convencidos de que nunca dormía. No se desviaban mucho de la verdad y
así, cuando el no dormir fue afectando a su salud y ya no conseguia
conciliar el sueño ni de noche ni de día, se puso en manos de Demetrio,
el curandero de la comarca, que le dío un preparado con efecto de
somnifero. "Felisa, tome Usted solo tres gotas en un vaso de agua".
¿Solo tres para poder dormir?, se preguntó Felisa. "Malo ha de ser que
si aumento la dosis me pase algo", se dijo. Y volcó un chorreón del
líquido de aquel frasco antes de irse a la cama al anochecer, con la
intención de oir el primer canto del gallo y marcharse a regar. A los
tres días, cuando Honorio derribó la puerta en presencia de todo el
vecindario que la había echado de menos y de las plañideras que habían
venido de Turégano a llorarla, la Tia Felisa roncaba a pierna suelta,.
Cuando la despertaron solo acertó a gritar ¡ Ay Dios mio, mis
cebollas...! mientras salia corriendo sin esperar a más explicaciones.
Tenemos en nuestras aulas las mejores cebollas para los mejores embutidos. Las regamos todos los días con
nuestras mejores aguas. Enseñamos, educamos, instruimos, dirigimos a
nuestros niños/as con la esperanza de que se puedan integrar en una
sociedad que sabemos difícil y cambiante. Cuantas Maestras y Maestros
hay con el mismo espíritu que la Tia Felisa. Maestros/as por
convicción, por vocación. Saben que sus alumnos/as tienen que conocer
y saber, tienen que aprender a hacer bien las cosas y tienen que
formarse para ser buenas personas, buenos ciudadanos, con juicio
crítico, formados para la convivencia y con sentido democrático,. Y
para ello saben que no es suficiente con leer y escribir, con calcular
y resolver, con enumerar y recitar conceptos. Es lo que hacen todos los
días y todos los días se van a casa con la sensación de inconformismo,
de que habría que hacer algo más.
Están convencidos/as que hay que hacer alumnos/as competentes y se preguntan: ¿competentes en qué y para qué?
Qué fácil de reconocer y qué complicado de entender y de hacer. Antes
tenían la certeza de que había otras personas que ayudaban en "esta
matanza", los padres, los abuelos, los amigos, el barrio, el patio de
vecinos. El fracaso escolar, se circunscribía al ámbito del saber
conceptual, pero las actitudes, los valores, eran apreciables y
reconocibles en cualquiera de nuestros niños/as de 12 años.
Contando con la familia, porque es imprescindible buscarla si no nos busca, con las instituciones, con la
innumerable oferta de actividades de asociaciones y entidades que
conforman una amplia oferta educativa, tenemos los maestros que incluir
en nuestro día a día ejercicios y actividades competenciales que son
muy sencillos de hacer y sin embargo están ausentes o son esporádicos.
¿cuánto nos cuesta regar en nuestras aulas con acciones para ser
crítico, saber interpretar e informarse, trabajar la autoestima,
mostrar curiosidad, tener control emotivo, ser responsable, tener
motivación y persistencia, tomar iniciativas, expresarse con soltura y
comunicarse. ¡qué poco dejamos hablar a los niños/as!, tener respeto,
ser solidario, cooperar y ayudar a los compañeros/as ?, " ¡casi ná...!
". ¿Y el afecto?, ¿cuánto afecto necesitan nuestros alumnos/as?. El
otro día en un aula de 3º una maestra había escrito en la pizarra : No pelearse... y yo que subí a sustituir , añadí: ...Y abrazarse...
Estuvimos abrazándonos todos/as durante tres minutos, ¡qué poco tiempo
y que gran beneficio!, porque al día siguiente un tropel de alumnos/as
de la clase se fue hacia mi en el recreo y me preguntaron: "Director,
¿cuándo volvemos a hacer lo de los abrazos? entre caras de felicidad
que no engañaban.
Solo a través de proyectos que sepan conectar con la realidad y la práctica real del aula, como el de
Comunidades de Aprendizaje, a través de la colaboración entre docentes
tomando como base los recursos de profesionales que ponen sus
documentos y buen hacer a disposición de todos como los del Proyecto
Atlántida, de estrategias como el trabajo con grupos interactivos,
conseguiremos aderezar la vida de las aulas.
Felicidades en el día del Maestro/a, a los que se despiertan cada día pensando en regar "sus cebollas"
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