Red social docente para una educación del siglo XXI

La leyenda de Ceridwen

domingo 4 de diciembre de 2011 , 14:47 hs

¿Y ahora que hago yo?, gritaba entre sollozos y sin consuelo la pobre Mercedes. Había corrido como la pólvora el malévolo comentario de aquellas mujeres. La Tía Micaela junto a Nicasia, habían salido por las calles del pueblo al atardecer del primer día de luna menguante y habían hecho aquel rito de aprendices de nigromantes por el que los saberes ocultos de la cultura popular les había otorgado la categoría de brujas.

Solo tenían que recibir el encargo de alguien que hubiese echado en falta huevos o galllinas. Estas campaban por las eras, las cunetas y los corrales que lindaban unos con otros. No era extraño que las ponedoras se acoclaran en cualquier rincón y se acomodasen al afrecho de las vecinas. Salian entonces de negro riguroso y a su paso se cerraban portones y cancelas. En un sacrílego viacrucis paraban en medio de la calle sujetando una criba de grano gordo y unas tijeras que colocaban en medio. Tras frases ininteligibles a modo de "abracadabra" giraban las tijeras abiertas sobre su eje y cual brújula maldita acababan por pararse señalando en dirección a la casa de la supuesta ladrona de gallinas.Ya solo quedaba dispersar a los cuatro vientos la noticia y como por ensalmo el corral de la mandadera perjudicada aumentaba el número de huevos, mientras la acusada "hechizada" lloraría la espera de cualquier "mal de ojo"... Le oi a mi abuela Gregoria que de vez en cuando había soltado gallinas en corral ajeno temiendo las tijeras de "La Micaela".

Cual hechizados culpables parece que debamos de tener el espíritu los docentes de este pais, a la espera de cualquier mal de ojo. Ha sido recibir los resultados electorales y ya nos parece que hemos perdido gallinas, que nos faltan huevos. Ya andan algunos buscando brujas con pócimas maravillosas y marmitas con bebedizos que regeneren el éxito escolar y otros cerrando puertas a prácticas predictivas o innovadoras. Pero sobre todo ya estamos esperando a "las Micaelas" de turno que girarán sus tijeras y señalaran la culpa y los culpables del estado de la cuestión. Una vez que se corra la voz de la ignominia se reubicarán los gallineros y los ponederos y situados los nuevos responsables en sus altares, como en cada cambió de los últimos 20 años, saldrán volando las escobas hacia cualquier aquelarre en el que acordarán cambiar "la cosa" a diestro y siniestro. Tomarán nuevas medidas y nos harán recorrer nuevos caminos para llegar a las mismas metas...Toda medida pasará por la criba de las ideas. Continuarán los debates sobre la escuela pública versus privada, religiosa versus laica en un ámbito casi divino. Y en el humano, los reproches a los escasos recursos, a la falta de formación, de innovación, a la falta de cambio en la metodología en las aulas, seguirán siendo constantes.

Sería bueno en estos momentos recordar la leyenda de la Diosa galesa Ceridwen, bruja que hechizaba con su mirada y su negra cabellera y dueña del caldero de la sabiduría y la inspiración.Queriendo compensar la fealdad de su tercer hijo cocinó la fórmula de la fortaleza con las seis hierbas mágicas. Gwion, joven que custodiaba la pócima la probó por accidente y henchido de poderes huyó de Ceridwen que pretendía quitarle la vida Fue convirtiéndose en liebre, después en pez, en gorrión y finalmente en grano de trigo. En su persecución Ceridwen pasó de perro a nutria y luego a águila para terminar encarnándose en una gallina que se comió el grano...Ceridwen quedó embarazada y en su vientre creció de nuevo Gwión, que sobrevivió a los instintos asesinos de la madre, acabando en la corte del Rey Arturo.

Así sobrevivirá la escuela, sean los que sean los cambios que se avecinen, porque los maestros y maestras verdaderos tomaron un bebedizo que les eleva más allá de ritos brujeriles y ensalmos inútiles, bebieron la pócima de la vocación.Los señalados no tememos los hechizos ni la magia, saldremos indemnes a los cambios, a los mandos y a las normas con nuestro trabajo, No necesitamos incertidumbre, solo el hechizo de la mirada de unos niños felices en las aulas...El que no lo sienta, que cambie de oficio.