El obispo Benavides decía que eso era cosa de brujas y que él no tenía intención de ir. Mire Su Eminencia, que los 14 concejos con sus hermandades y pendones dicen, que vaya el Sr. Obispo o no vaya, los huesos de los Santos Mártires se mojarán, pues ya no aguanta más el campo, ni las gentes que pasan hambruna con tan enconada sequía. Y que sepa su Excelentísima que de las 23 mojadas que se han hecho, en 22 ocasiones el cielo mandó agua y solo en una el escribano testificó la poca fe de los presentes.

No tuvo otro camino el alto mando eclesiástico que “hocicar” y dar órdenes para preparar la comitiva. Pero no acabaron allí sus inquietudes por tener que presidir un acto tan piadoso en el que a pesar de su puesto no creía: “cómo va a tener tiempo nuestro Señor y sus ángeles custodios mártires para recoger las plegarias mundanas y por mojar sus restos óseos en la fuente que manaba sus aguas al lado de la ermita, iba a soltar las aguas del cielo...” , pues unos cuantos arciprestes accedieron a su despacho la mañana de su partida con la noticia de las luchas intestinas entre los pueblos convocados por el orden a establecer en la procesión, en la comitiva de los concejos con sus pendones, insignias y cruces de guia . “Que se coloquen como quieran, por antigüedad mismo ¿ o quizás el fin de esta pantomima no es que se mojen todos...?. Y sino se ponen de acuerdo que les sustituyan a todos de sus cargos”.

Cuando el obispo sacó de las aguas, de mala gana, el cestillo con la almohada sobre la que se sostenía el cráneo y las falanges de San Frutos, San Valentín y Santa Engracia, a los más cercanos en el acto de entre las 5000 almas que se habían concentrado venidos de toda la provincia, les pareció que allí faltaba algún hueso, pero en tan excelso momento, no hubo nadie que levantase la voz!. A los pocos minutos de finalizada la misa y cuando el Obispo aún no había entrado en la carrihuela, el día soleado, claro como los 250 días anteriores, tornó en oscuro con densos nubarrones que se levantaron por poniente y el agua comenzó a caer... Tanta euforia embargó al obispo, que aunque era tiempo de cuaresma, su Eminencia resolvió una bula para todos los lugareños y los miles de feligreses que hubiesen sido testigos del milagro . Grandes fastos se vivieron en los días siguientes y grandes cantidades de agua se soportaron, pues las nubes no cejaban, no dejaba de llover, ni un clarito se permitía el cielo en una luna. El Sr. Obispo no pudo regresar a su diócesis, pues los caminos se convirtieron en un lodazal y los animales hundían las patas hasta la barriga en el barro. Tal era la situación que en algunas casas comenzaron a escasear los pinreles de la matanza, se terminaron los corderos de leche, las gallinas se acoclaron y en las huertas, cualquier vegetal estaba medio podrido.

El Sr alcalde que era hombre de principios, aunque muy primario, parlamentó con el maestro y le conminó a trasladar al Sr. Obispo las sospechas de algunos vecinos: “algún hueso se ha quedado en la fuente santa...”.

Y así, el maestro Rodrigo se acercó al de la mitra y le dijo con aplomo y sin titubeos: “hasta que no saque Usted todos los huesos de la fuente, San Frutos, San Valentín y sobre todo Santa Engracía que dicen que era la más cabezota de los tres, no van a parar de echar cubos de agua, como dos y dos son cuatro y de esto se yo más que Usted...”

Y el obispo vió tanta decisión en aquel maestro de pueblo, que al mediodía del día 22 después de la mojada 23 de la era cristiana, acudió de nuevo a la ermita entre el lodo y la lluvia y ayudado por un mozito que se sumergió en la fuente, certificó como una falange de alguno de los santos se había quedado dentro y como a la media hora de haberlo sacado, se desinfló la última nube y dejó de llover.

Nunca más dudó de los poderes celestiales de los santos mártires o del poder oculto que una muchedumbre implorando con devoción a sus santos que lloviese, podía ejercer.

Llevo tiempo pensando que cada nueva Ley Orgánica de Educación ha sido recibida por el conjunto del Profesorado con la desidia y la desgana con la que acudió el obispo Benavides a la mojada de Caballar. Hay miles de profesores/as y Escuelas esperando la lluvia de medidas redentoras para la educación. Cada regulación normativa ha hecho tan poco efecto como si cayesen cuatro gotas que no calan ni regeneran. Para que una ley como la LEA en Andalucía se pueda desarrollar y pueda aplicarse, se necesita un equipo de profesionales en la administración que trabajen con tranquilidad y continuidad. En estos tiempos de azahar, de procesiones, de “levantas”, de penitencias, de tantos cambios de obispos y curas, yo, un simple maestro que trabaja de Director, le pido a los mártires del Magisterio, que ante la pertinaz sequia educativa y haciendo estación de penitencia, bendigan las reliquias de los miles de profesores/as. Estamos esperando que llueva pactos, soluciones y consensos, unas cuantas medidas o normativas claras y personas que las hagan cumplir, formadores y profesores/as que se quieran formar, evaluadores, evaluaciones e inspectores con categoría y mando para inspeccionar, asesorando e informando, sindicatos que persigan lo mismo y en la misma dirección, asociaciones de Directores que se pongan de acuerdo y se unifiquen, Directores/as que lo quieran ser, con liderazgo, autoridad, capacidad y bien pagados, maestros bien formados, con vocación y amor por los niños/as y la escuela, buenos sistemas de selección y acceso y buenos seleccionadores, familias con apego y respeto a los educadores de sus hijos, gestores y administradores con perfil mas técnico y menos político, Y para ello no hacen falta tantas “mojadas”, ni tantos cambios en los que mandan y ordenan. Hace falta paciencia y constancia en los que deciden, dejar hacer las cosas durante un buen tiempo a personas que tengan experiencia directa con los Centros educativos. Y por eso, les pido a los nuevos que llegan o estén por llegar que piensen que ya llevamos varias “mojadas” en Andalucía sin que el agua aparezca y que no parece haber acuerdo en el orden de los feligreses en la procesión y que no se dejen ningún “hueso de santo” dentro del agua. Nunca tanto cambio trajo nada bueno, Sr. Nuevo Consejero Andaluz, bienvenido y buen criterio. Se que lo tiene porque es maestro... Le propongo una primera medida rápida y concreta: haga universal y obligatorio el Plan de Calidad y que su evaluación sea externa.

PD. El relato está basado en hechos reales y documentados sobre las Mojadas de Caballar (Segovia)

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