Estábase el profesor
asentadito en la clase,
sus deberes ordenando,
sin que nadie pertubase.
Había ya apaciguado
a aquella rebelde Vane,
al maleducado Juan
y a su vïolenta madre.
Preparadas ya las Acis
y otros asuntos de base,
aguantaba más de un mes
sin poner un solo parte.
Tutorías, guardias, faltas,
informes, extraescolares,
le ocupaban muchas horas
y no cabían más planes.
Sentíase feliz él,
maguer cansado acabase,
que a sus alumnos quería
sacar del vital desastre.
Mas al lugar allegose,
sin que nadie lo llamase,
aquel avieso inspector
muy presto a supervisarle.
En su afanoso control
poco habían de importarle
muchos logros obtenidos
por el docente y su clase.
Interesábale más
todo oficial bagaje,
papeles y más papeles
de enrevesado lenguaje.
Púsole en grave aprïeto,
enrojeciole el semblante,
delante de muchos profes
avergonzándole en balde.
Menor interés tenía
en que solventasen males
que en buscar erratas tontas
y otros descuidos banales.
Y así marchose ligero
tras de sí dejando tales
disgustos, penas y cuitas,
problemas artificiales...
Quedose triste el profesor
aquel que antaño pensase
que su labor era digna
entre otros profesionales.
Y el inspector muy ufano
preparábase otro ataque,
a solucionar dispuesto
las grandes lacras sociales.
(Romance anónimo)
Crédito de la imagen:
Kalipedia
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